El 8 de marzo de 2018 (8M) ha sido diferente a otros 8M. El llamamiento a la participación en Barcelona y otras ciudades de Cataluña ha sido muy superior a la otros años. La manifestación convocada al cruce de Diagonal con Paseo de Gràcia, ha reunido más de 200.000 personas.
Una gran presencia de mujeres jóvenes, el principal indicador de que las cosas están cambiando y que cambiarán todavía más. Las nuevas generaciones tienen muy claro que tanto mujeres como hombres deben participar de los mismos derechos y deberes y lo hacen reivindicando la igualdad salarial, el derecho al propio cuerpo, la libertad de elección o el respecto a la condición – en nuestra casa podemos añadir una república catalana también igualitaria, libre y solidaria -.
El nuevo feminismo no es un movimiento fóbico contra la masculinidad, es fundamenta en la reivindicación de que la igualdad pase a ser la normalidad para todas las personas, desde la propia identidad.
El feminismo del siglo XXI proclama el respeto para la libre elección: Hay mujeres que se reivindican desde el consejo de administración de una gran empresa o desde el derecho a ser madres y amamantar a sus hijos. Han pasado los tiempos en qué ser madre era un signo de renuncia a la gestión del propio cuerpo. Igualmente, cualquier mujer escoge no ser madre sin que el entorno la criminalice.
Hay un feminismo con mono de mecánico y traje de chaqueta, con zapatos de talón de aguja y botas de montaña, con pelo y depilado, rural y urbano. Un feminismo plural como lo son las mujeres. Ya no hay una estética que defina el movimiento, ni se le puede atribuir ningún estereotipo.
La brecha salarial es una realidad en el mundo laboral, la presencia de mujeres es muy escasa en ámbitos como la investigación y en todo el relacionado con las ingenierías, las carreras tradicionalmente asociadas con los valores supuestamente masculinos. Escasez de mujeres también en los consejos de administración y la dirección de las empresas. Y especialmente destacada la ausencia femenina en el mundo de la política, donde la discriminación positiva no esconde que la militancia de mujeres es menor que la de los hombres.
En Occidente podemos ser optimistas cuando vemos algunos adelantos, sin olvidar que esto sólo es un pequeño espejismo en el desierto. Todavía hay centenares de millones de mujeres a las cuales la presencia a las carreras técnicas, el acoso sexual en Hollywood, las estadísticas de mujeres CEO, son cuestiones que se los son absolutamente ajenas, cosas del primer mundo. Porque hay un mundo donde se matan mujeres porque han sido violadas, porque se han querido casar con quién amaban y no con quien sus padres habían concertado en matrimonio. Mujeres encarceladas por haber abortado, esclavizadas por las mismas familias o las familias de sus esposos, condenadas a ser madres niñas, obligadas a cuidar de los hermanos y hermanas pequeños en lugar de estar estudiando.
Estas situaciones se dan en sociedades donde el patriarcado está fuertemente arraigado. Nada tiene de negativo ser hombre y ser padre, son dos condiciones humanas. El terrible es proyectar la frustración y humillando las mujeres, convirtiéndolas en el chivo expiatorio de estas sociedades enfermas y sectarias.
Para acabar, recordar que el perímetro de los verdugos no acaba en los machos heterosexuales. A veces, quien lanza la primera piedra en una lapidación es otra mujer.