En favor de las vidas negras y contra el racismo, centenares de personas racializadas y también blancas, de diferentes colectivos de personas africanas, americanas y afrodescendientes catalanas, expresaban su rabia e indignación por el homicidio de George Floyd, a manos de unos policías de Minneapolis (USA).
Hoy, 07 de junio de 2020, domingo lluvioso, ha sido un clamor no solo por este hombre negro asfixiado bajo la rodilla de un hombre blanco y racista, sino que también se han recordado personas racializadas muertas a consecuencia de la violencia institucional en el estado español y a toda Europa.
El racismo no es patrimonio exclusivo de los EEUU, lamentablemente es una lacra que se extiende por todo el mundo, Cataluña incluida.
Alguien puede creer que solo se pone foco cuando la persona afectada es norteamericana. Aquel país sustentó buena parte de su desarrollo económico con el tráfico y explotación de personas y sufrió una guerra civil supuestamente entre abolicionistas y esclavistas que todavía palpita con fuerza en algunos estados, pasados más de 150 años.
Pero el racismo no es patrimonio exclusivo de Norteamérica. La explotación de personas racializadas como mano de obra del primer mundo continua tan vigente como siempre. Con otra, cara, sin cadenas, pero con la propia vida como precio en muchos casos.
Recordemos siempre que cuando mordemos una manzana o una pera, las manos que lo han llevado del árbol a nuestro plato, son las de una persona que ha pasado días y noche en pésimas condiciones, durmiendo quizás al raso, y por un sueldo por el cual nadie de nosotros sería capaz de mover un solo dedo.
Esta es una versión del racismo. Pero hay otras. Existe un racismo que también afecta a ciudadanas y ciudadanos con derecho a voto, el que afecta a nuestras hijas e hijos, a nuestras vecinas y vecinos, a nuestras compañeras y compañeros de trabajo, a nuestras amigas y amigos. Es el racismo de cada día, el que no sale en las noticias.
El que afecta a todas estas personas, ciudadanas de pleno derecho, que al ir por la calle la policía les pide constantemente la documentación, las que tiene muchas dificultades para alquilar un piso porque no son blancas, o las que no pueden entrar en una discoteca, porque vistan como vistan, siempre el dresscode juega en su contra.
Puede que una nueva muerte racializada no sea más que un pequeño paso. Al igual que está sucediendo con otras luchas, algo se está moviendo, lentamente, pero sin pausa. Son movimientos que ya no se limitan a un estado o a una nación, son movimientos mundiales. Eso les hace más fuertes. Son otra clase de virus, son unos virus que parasitan las conciencias y no las enferman, ni las destruyen, las hacen bellas.